Tioman (Malasia), mil imágenes que evocar para recordar

Guardo en la memoria los viajes que os voy a contar. Tioman, en Malasia, es una de las 64 islas volcánicas del archipiélago Seribuat

Un viajero desmemoriado es casi un no viajero. La no memoria borra rutas aleatoriamente y desde que el papel se marchó de nuestras vidas, la cartografía personal naufraga en el espacio infinito de lo digital, en los dígitos tipo 1000. Una o dos paradas en el camino y 1000. 

De vuelta a casa, descargas, almacenas, el disco duro se pierde en la décima caja de la tercera mudanza y tú ya no has estado allí.

Yo ya no viajo más que cuando estoy en el lugar y pocas veces vuelvo a pasar por ese destino. Desde que no hay papel, cada vez me quedan más las sensaciones y menos las imágenes. Tengo la pantalla interna medio estática. El proyector emite flashazos puntualmente más que una narrativa consentida.

De Tioman tengo cero. Sin unos. Cero imágenes significativas. Cero que ver y mil que evocar. Me quedaron esos recuerdos pegajosos que acaban por ser como tu propia piel. Los que se consiguen con más fuerza cuando dejas de viajar un rato para habitar algún lugar del planeta. Cuando haces vida. Cuando haces la nada tanto tiempo seguido que el lugar pasa a ser un poco como tu casa. Y estás tantas horas solo, pero solo solo, del solo que las palmeras pasan a tener nombre y a ser tus palmeras. Como tus rosales del balcón de casa.

Isla Malasia, Pulau Tioman

Tuve una. Una casa justo frente al mar. Un cuadradito. Con una ventana y un porche. Con una cama y una tetera. Con una hamaca de palmera a palmera sobre la arena blanca de Mentawak Beach. Y un montón de rituales y rutinas diarias para llevarme bien con mi soledad.

Pulau Tioman, en Malasia, es una isla de 39 kilómetros de largo y 12 de ancho. Intensamente deshabitada y cubierta por una selva densa. La carretera que une Juara con la costa oeste fue construida por los Japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Sigue el cableado eléctrico hasta Juara. En 45 minutos de todoterreno se cruza Tioman. 

Para mí, la cuerda por la que trepar para ir al otro lado, al lado del aparato expendedor de ringgits que me permitían seguir subsistiendo cada vez que aplazaba mi partida, era un camino que atraviesa la selva y sus ruidos propios hasta Tekek. Aliento suspendido y paso firme, como cuando uno tiene 5 años y va a hacer él solo el recado a una velocidad inusual.

Tioman fue condecorada en los años 70 por la revista Time como una de las 10 islas más bonitas del mundo. Tioman es una de las 64 islas volcánicas que forman el Archipiélago Seribuat. Obviamente, ante tales expectativas, Pulau Tioman me resultó, de primeras, decepcionante. Con las islas paradisíacas pasa como con las cebras en los safaris. La primera es una revolución, la veinteava sólo buscas al león.

Y claro, uno vive las islas desde dentro, con sus basuras y sus cosas, sus construcciones a medio acabar y sus resorts de hormigón pasados de época, no en una idílica postal aérea.

Palmeras en Tioman, Malasia

Su costa oeste me pareció un lugar para salir corriendo y su costa este me dejó paralizada. Juara es el único pueblo de la costa “buena”, tranquilo hasta el aburrimiento, tiene dos playas de catálogo de idealizaciones. La playa sur supera el concepto de tranquilidad para adentrarse un poco más en el de soledad. Con alguna cabaña de alquiler y un par de sitios para comer algo, las simbólicas concentraciones de turistas acaban en un centro de protección de tortugas, justo antes de la desembocadura de un pequeño río. El resto es jungla y vida local. 

Gallinas, tormentas insólitas, mujeres jugando al volleyball cada tarde o fieros partidos de sepak takraw, densas mareas de inofensivas medusas entre las que nadar, infatigables ejércitos de sandflies, un censo diario de cocos abatidos, vientos agitando estrepitosamente la jungla, arrebatadores arrecifes de coral blanco… Vida de isla.

Tuve una bici con la que recorría el mismo camino selvático cada día al menos un par de veces para satisfacer aquella necesidad mundana de alimentarme. Para comer hay que ir a Barok Beach, donde no se encontrará ni el más exquisito, ni el más económico Nasi Goreng de Malasia

Tuve un libro, uno. Y una cabeza como el motor de mi lavadora centrifugando. A Tioman llegué siendo una y nada volvió a ser igual. Y ya no se me ha ido más.

La Bali H’ai nunca es como el resto.